domingo, 8 de enero de 2017

EL "DARSE CUENTA" Y LA PLENITUD EMOCIONAL


La consultoría psicológica humanística se nutre de varios enfoques diferentes para ayudar a las personas que consultan a encontrar las mejores soluciones a sus dificultades. En artículos anteriores brindé una extensa aproximación al Enfoque Holístico Centrado en la Persona. En esta ocasión, quisiera incluir el enfoque Gestáltico, del cual los counselors tomamos diversas herramientas para acompañar a nuestros consultantes en sus procesos.

Fritz Perls fue el creador de este enfoque y le brindó el nombre de Gestalt, que significa “forma”, “totalidad” o “configuración”. La configuración de algo está compuesta por una “figura” y un “fondo”. Por ejemplo, en este momento, en que estoy escribiendo, este texto es la figura de mi configuración, el centro total de mi atención, y, el resto (tanto mi mundo interno, como lo que me  rodea externamente) es el fondo. Si me diera hambre, comer algo se volvería la figura y todo el resto (incluido este texto) pasaría a ser fondo. Si yo no atendiera mi necesidad de comer, esto interferiría con mi trabajo en este texto, ya que no podría prestar atención a otra cosa que no fuese mi hambre. Sólo una vez resuelto mi hambre (o frío, sueño, ganas de ir al baño, etc.), podría volver a atender plenamente mi trabajo literario. En lenguaje Gestáltico, diríamos que “se ha cerrado la Gestalt” y aquella necesidad, ya resuelta, ha vuelto a ser parte del fondo.

Existe un correlato con nuestra vida emocional, en la que todos tenemos un mundo de necesidades que emergen continuamente, tales como ser la necesidad de amar y ser amados, de recibir un trato respetuoso y digno, de ser consolados en momentos de dolor, de ser tenidos en cuenta, de cambiar de carrera y estudiar algo que realmente nos gusta, de abandonar una relación cuando ésta nos produce infelicidad, etc. Si estas necesidades fuesen atendidas apropiadamente al emerger como figura, se propiciaría el proceso de resolverla y devolverla nuevamente a su lugar en el fondo. Esto nos permitiría seguir funcionando plenamente, sin interferencias, dejando nuestro campo psíquico “limpio” para atender a las otras necesidades que emerjan. Ahora bien, en ocasiones, debido a una desconexión interna, podemos llegar a no registrar que estamos teniendo una necesidad que necesita ser atendida. Esto forzará a esa necesidad a hacerse figura constantemente, ya que ha quedado inconclusa, desatendida, provocando un gran malestar emocional, que puede manifestarse como enojo, angustia, apatía, desgano, depresión, ansiedad, etc. Usualmente, ante la pregunta de qué nos pasa, solemos advertir que no lo sabemos, que “no nos damos cuenta”.

¿Cómo es que llegamos a no poder registrar nuestras propias necesidades? Como hemos visto en artículos anteriores, hemos perdido nuestra libertad de experiencia a partir de los mensajes que recibimos durante nuestro proceso de crianza. Infinidad de condicionamientos y mandatos nos forzaron a actuar de modos en los que nuestros cuidadores, maestros y sociedad ponían como condición para aceptarnos. Así, tuvimos que aprender a evitar toda conducta o sentimiento que fuesen reprendidos o castigados y, a fuerza de repetición, dejamos de oír nuestras propias necesidades internas. Esto no implica que hayan desaparecido. Tan sólo debieron ser “olvidadas”, para poder convertirnos en aquello que se esperaba de nosotros, bajo pena de no ser amados de otro modo. Tuvimos que adoptar conductas y sentimientos que no eran nuestros realmente. Aprendimos “cómo hay que ser” y “lo que se debe hacer”. Y, con el paso del tiempo, comenzamos a imponer a los demás y a nosotros mismos (e incluso a defender) aquellas reglas y mandatos que antes vinieron de afuera, y con los cuales vamos a dictarnos reglas estrictas:
*Debo ser un profesional exitoso. No puedo fracasar.
*Debo mantener este matrimonio violento y soportar este maltrato, ya que uno se casa para toda la vida.
*No debo llorar. Debo ser fuerte, si quiero que me respeten.
*Debo ir de vacaciones donde mi familia decida. Irme a otro lugar sería ser un desamorado.

*No debo abandonar mis estudios, aunque esta carrera no me agrade. Lo que se empieza, se termina.
Fritz Perls propuso que nos perdemos en este juego de auto-tortura, que se utiliza como un distractor, bajo la máscara del automejoramiento. El juego consiste en un eterno intercambio entre nuestro PERRO DE ARRIBA (nuestros introyectos, nuestro ideal de Yo, aquello que se supone debo ser) y nuestro PERRO DE ABAJO. El perro de arriba impone lo que debo hacer, sentir y ser, bajo la amenaza de que seré rechazado si no me acerco a ese “ideal”. El perro de abajo, naturalmente, se excusa por no poder “hacer lo suficiente” para cumplir con ese ideal. Es un círculo vicioso que nos atrapa por completo, pero que no aporta ninguna solución a nuestro malestar, ya que, si bien tenemos libertad de elección, no contamos con libertad psicológica. No será hasta que podamos “oír” qué es lo que nosotros realmente deseamos y necesitamos, que aquellas Gestalts inconclusas podrán ser cerradas y el malestar desaparecerá.

¿Cómo hacemos para oír esas necesidades? Lo que necesitamos es pasar de un estado de “valoración externa” (actuar como otros me enseñaron que debo hacerlo) a un estado de “valoración interna”, es decir conocernos lo suficiente como para saber y elegir aquello que es más beneficioso PARA NOSOTROS; una especie de “establecer nuestras propias reglas”, de recobrar lo “olvidado” de nuestra esencia y de deshacernos de aquellos aspectos parásitos que debimos adquirir, pero no son nuestros.

Lo que se propone es adoptar una “Filosofía o Actitud Gestáltica”, que se apoya en tres principios:
  1. VIVIR EN EL AQUÍ Y AHORA. Vivir en el aquí y ahora nos invita a conectarnos con lo que nos acontece a cada momento. Lo que pensemos acerca del futuro es fantasía, no realidad. Con respecto a lo que aconteció en nuestro pasado, nada podemos hacer para cambiarlo. Sí podemos trabajar en el presente para resignificar aquello que nos sucedió, y cambiar nuestra mirada y manera de sentir, hoy, acerca de aquello.
  2. VIVIR EN PRESENCIA. La Presencia implica no juzgar nada de lo que siento, y permitirme sentirlo del modo en que se presenta, tanto esto sea miedo, enojo, alegría, vergüenza, celos, etc. Evitar los juicios críticos y las interpretaciones con respecto a lo que sentimos nos acerca cada vez más a quienes somos realmente en nuestra esencia. La manera cómo somos no está ni bien ni mal. Lo perjudicial es no aceptar cómo somos realmente.
  3. RESPONSABILIDAD. Esto implica aprender a ser responsables por las decisiones que tomamos y por nuestros sentimientos. Probablemente, en el pasado, otros nos condicionaron, con sus decisiones, de formas perjudiciales y dañinas. Hoy, ya no son ellos quienes deciden por nosotros. Hoy, somos libres y nuestra responsabilidad es nuestra fuente de poder personal, aquello que nos permite vivir nuestra propia vida y aprender a cada paso de nuestros errores. No podemos renunciar a nuestra responsabilidad; incluso cuando estamos eligiendo acatar normas dictadas por otros, estamos eligiendo. Del mismo modo, debemos responsabilizarnos por los pensamientos que producimos, los cuales, muchas veces, están infectados por cosas que nos imaginamos, sin un sustento en la realidad. El desafío es acercarnos a nuestra esencia para aprender a tomar las mejores decisiones para nosotros, de modo que ya no queden Gestalts abiertas.
A medida que vayamos practicando estos tres principios y los vayamos adoptando como filosofía, podremos cerrar lo inconcluso, percatarnos de lo que nos sucede internamente a cada momento (darnos cuenta), responsabilizarnos por nuestras emociones y, así, ser más libres psicológicamente. En definitiva, dejar de depender de otros y ser nuestra propia fuente de poder.

Carla May
Consultora Psicológica Humanística y Sistémica
Facilitadora del Desarrollo Personal 
15-6103-2940 
4726-6479 
General Pacheco, Buenos Aires