La consultoría psicológica humanística se nutre de varios enfoques diferentes para ayudar a las personas que consultan a encontrar las mejores soluciones a sus dificultades. En artículos anteriores brindé una extensa aproximación al Enfoque Holístico Centrado en la Persona. En esta ocasión, quisiera incluir el enfoque Gestáltico, del cual los counselors tomamos diversas herramientas para acompañar a nuestros consultantes en sus procesos.
Fritz
Perls fue el creador de este enfoque y le brindó el nombre de Gestalt, que
significa “forma”, “totalidad” o “configuración”. La configuración de algo está
compuesta por una “figura” y un “fondo”. Por ejemplo, en este momento, en que
estoy escribiendo, este texto es la figura de mi configuración, el centro total
de mi atención, y, el resto (tanto mi mundo interno, como lo que me rodea externamente) es el fondo. Si me diera
hambre, comer algo se volvería la figura y todo el resto (incluido este texto)
pasaría a ser fondo. Si yo no atendiera mi necesidad de comer, esto
interferiría con mi trabajo en este texto, ya que no podría prestar atención a
otra cosa que no fuese mi hambre. Sólo una vez resuelto mi hambre (o frío,
sueño, ganas de ir al baño, etc.), podría volver a atender plenamente mi
trabajo literario. En lenguaje Gestáltico, diríamos que “se ha cerrado la Gestalt” y aquella
necesidad, ya resuelta, ha vuelto a ser parte del fondo.
Existe
un correlato con nuestra vida emocional, en la que todos tenemos un mundo de
necesidades que emergen continuamente, tales como ser la necesidad de amar y
ser amados, de recibir un trato respetuoso y digno, de ser consolados en
momentos de dolor, de ser tenidos en cuenta, de cambiar de carrera y estudiar
algo que realmente nos gusta, de abandonar una relación cuando ésta nos produce
infelicidad, etc. Si estas necesidades fuesen atendidas apropiadamente al
emerger como figura, se propiciaría el proceso de resolverla y devolverla
nuevamente a su lugar en el fondo. Esto nos permitiría seguir funcionando
plenamente, sin interferencias, dejando nuestro campo psíquico “limpio” para
atender a las otras necesidades que emerjan. Ahora bien, en ocasiones, debido a
una desconexión interna, podemos llegar a no registrar que estamos teniendo una
necesidad que necesita ser atendida. Esto forzará a esa necesidad a hacerse
figura constantemente, ya que ha quedado inconclusa, desatendida, provocando un
gran malestar emocional, que puede manifestarse como enojo, angustia, apatía,
desgano, depresión, ansiedad, etc. Usualmente, ante la pregunta de qué nos
pasa, solemos advertir que no lo sabemos, que “no nos damos cuenta”.
¿Cómo es que llegamos a no poder registrar nuestras propias
necesidades? Como hemos visto en artículos anteriores, hemos perdido nuestra
libertad de experiencia a partir de los mensajes que recibimos durante nuestro
proceso de crianza. Infinidad de condicionamientos y mandatos nos forzaron a
actuar de modos en los que nuestros cuidadores, maestros y sociedad ponían como
condición para aceptarnos. Así, tuvimos que aprender a evitar toda conducta o
sentimiento que fuesen reprendidos o castigados y, a fuerza de repetición,
dejamos de oír nuestras propias necesidades internas. Esto no implica que hayan
desaparecido. Tan sólo debieron ser “olvidadas”, para poder convertirnos en
aquello que se esperaba de nosotros, bajo pena de no ser amados de otro modo.
Tuvimos que adoptar conductas y sentimientos que no eran nuestros realmente. Aprendimos
“cómo hay que ser” y “lo que se debe hacer”. Y, con el paso del tiempo,
comenzamos a imponer a los demás y a nosotros mismos (e incluso a defender) aquellas
reglas y mandatos que antes vinieron de afuera, y con los cuales vamos a
dictarnos reglas estrictas:
*Debo ser un profesional exitoso. No puedo fracasar.
*Debo mantener este matrimonio violento y soportar este maltrato, ya
que uno se casa para toda la vida.
*No debo llorar. Debo ser fuerte, si quiero que me respeten.
*Debo ir de vacaciones donde mi familia decida. Irme a otro lugar
sería ser un desamorado.
*No debo abandonar mis estudios, aunque esta carrera no me agrade. Lo
que se empieza, se termina.
Fritz Perls propuso que
nos perdemos en este juego de auto-tortura, que se utiliza como un distractor,
bajo la máscara del automejoramiento. El juego consiste en un eterno
intercambio entre nuestro PERRO DE ARRIBA (nuestros introyectos, nuestro ideal
de Yo, aquello que se supone debo ser) y nuestro PERRO DE ABAJO. El perro de
arriba impone lo que debo hacer, sentir y ser, bajo la amenaza de que seré
rechazado si no me acerco a ese “ideal”. El perro de abajo, naturalmente, se
excusa por no poder “hacer lo suficiente” para cumplir con ese ideal. Es un
círculo vicioso que nos atrapa por completo, pero que no aporta ninguna
solución a nuestro malestar, ya que, si bien tenemos libertad de elección, no
contamos con libertad psicológica. No será hasta que podamos “oír” qué es lo
que nosotros realmente deseamos y necesitamos, que aquellas Gestalts
inconclusas podrán ser cerradas y el malestar desaparecerá.
¿Cómo
hacemos para oír esas necesidades? Lo que necesitamos es pasar de un estado de
“valoración externa” (actuar como otros me enseñaron que debo hacerlo) a un
estado de “valoración interna”, es decir conocernos lo suficiente como para
saber y elegir aquello que es más beneficioso PARA NOSOTROS; una especie de
“establecer nuestras propias reglas”, de recobrar lo “olvidado” de nuestra
esencia y de deshacernos de aquellos aspectos parásitos que debimos adquirir,
pero no son nuestros.
Lo que se propone es adoptar una “Filosofía o Actitud Gestáltica”, que
se apoya en tres principios:
- VIVIR EN EL AQUÍ Y AHORA. Vivir en el aquí y ahora nos invita a conectarnos con lo que nos acontece a cada momento. Lo que pensemos acerca del futuro es fantasía, no realidad. Con respecto a lo que aconteció en nuestro pasado, nada podemos hacer para cambiarlo. Sí podemos trabajar en el presente para resignificar aquello que nos sucedió, y cambiar nuestra mirada y manera de sentir, hoy, acerca de aquello.
- VIVIR EN PRESENCIA. La Presencia implica no juzgar nada de lo que siento, y permitirme sentirlo del modo en que se presenta, tanto esto sea miedo, enojo, alegría, vergüenza, celos, etc. Evitar los juicios críticos y las interpretaciones con respecto a lo que sentimos nos acerca cada vez más a quienes somos realmente en nuestra esencia. La manera cómo somos no está ni bien ni mal. Lo perjudicial es no aceptar cómo somos realmente.
- RESPONSABILIDAD. Esto implica aprender a ser responsables por las decisiones que tomamos y por nuestros sentimientos. Probablemente, en el pasado, otros nos condicionaron, con sus decisiones, de formas perjudiciales y dañinas. Hoy, ya no son ellos quienes deciden por nosotros. Hoy, somos libres y nuestra responsabilidad es nuestra fuente de poder personal, aquello que nos permite vivir nuestra propia vida y aprender a cada paso de nuestros errores. No podemos renunciar a nuestra responsabilidad; incluso cuando estamos eligiendo acatar normas dictadas por otros, estamos eligiendo. Del mismo modo, debemos responsabilizarnos por los pensamientos que producimos, los cuales, muchas veces, están infectados por cosas que nos imaginamos, sin un sustento en la realidad. El desafío es acercarnos a nuestra esencia para aprender a tomar las mejores decisiones para nosotros, de modo que ya no queden Gestalts abiertas.
A medida que vayamos
practicando estos tres principios y los vayamos adoptando como filosofía, podremos
cerrar lo inconcluso, percatarnos de lo que nos sucede internamente a cada
momento (darnos cuenta), responsabilizarnos por nuestras emociones y, así, ser
más libres psicológicamente. En definitiva, dejar de depender de otros y ser
nuestra propia fuente de poder.
Carla May
Consultora
Psicológica Humanística y Sistémica
Facilitadora del Desarrollo Personal
Facilitadora del Desarrollo Personal
15-6103-2940
4726-6479
General Pacheco, Buenos Aires
No hay comentarios:
Publicar un comentario